Cuando empecé con la botánica me sorprendía a mi mismo reconociendo plantas que estaban mezcladas con otras. El ojo aprende a ver detalles pequeños: una silueta de hoja aserrada, un matiz de verde más claro... incluso en coche por caminos comarcales podía apreciar orquídeas silvestres (teniendo en cuenta que la flor mide un par de centímetros no deja de tener mérito).
Ahora empieza a pasarme cuando paseo por las ciudades y miro el suelo o las paredes mientras hablo con alguien.
El otro día mientras paseaba con un amigo por Canet de Mar, por la Riera Gavarra embaldosadas con Piedra de Sant Vicent (Eoceno, unos 50 millones de años) y que abundan sobre todo en Catalunya, apenas me fijo en ellas ya que están casi siempre cubiertas por nummulites y fragmentos de equinodermos. Sin embargo me chocó un dibujo inesperado en el suelo. Eran las vertebras y parte de las costillas de un vertebrado marino. En aquella época ya no quedaban reptiles marinos así que debía ser un primitivo mamífero. Un sirenio.
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