lunes, 21 de octubre de 2024

Bodegón del Jurasico Superior. Calle Mallorca 60 Barcelona. (1)

Bodegón: Composición pictórica que expone como tema principal frutas, verdura, caza, pesca, etc., y objetos domésticos diversos.

Diccionario de la Lengua Española. Real Academia Española.

 

 

 

 He escogido esta fachada porque está cerca de casa y porque he pasado por delante de ella miles de veces, pero un día una de mis hijas me mostró un amonite (también se puede escribir ammonite). Lo cierto es que la fachada en cuestión está llena de amonites, lo que nos sirve para reflexionar sobre lo que vemos y no miramos. El conocimiento es luz, y la luz te permite reconocer lo que te rodea. Una vez que te has fijado en las baldosas de esta fachada, en sus colores, formas y texturas, es posible que cuando encuentres otra similar la mires con otros ojos. Quizás busques fósiles y los encuentres, quizás no, pero ya no te resultará indiferente.

 

Calle Mallorca, 60. Qué nos cuenta

El edificio es de 1969 quizás por eso la superficie de la fachada está ajada: color apagado, zonas de roca fracturada y deteriorada. Esto último sucede sobre todo en las zonas que están más cerca del suelo y en los laterales, debido a que no está protegida por la balconada de la primera planta. Pero ¿cómo se deteriora esta roca?

 
 


La roca, cuyo nombre comercial es Rojo Alicante y tiene una edad aproximada de 155/160 millones de años, es de origen sedimentario y es una roca caliza. El mineral principal de la caliza es la calcita. La calcita tiene un origen orgánico y proviene de millones de caparazones externos de seres vivos: corales, bivalvos, gasterópodos, amonites…, o internos, como el belemnite. Un experimento fácil de realizar para entender la erosión es coger una concha de la playa y añadirle vinagre (ácido). La concha está formada de carbonato cálcico (CaCo3), que se encuentra también en esta roca. Enseguida veremos cómo el carbonato cálcico se descompone en pequeñas burbujas, que emiten dióxido de carbono (CO2) —aparte de gastar vinagre estamos emitiendo gases invernadero a la atmósfera—, y la concha queda deteriorada: pierde brillo, textura… Como ves, las plantas no son las únicas en ayudar a reducir el CO2, en el mar los foraminíferos junto con los animales mencionados y otros, sin olvidar algunas algas, crean sus estructuras fijando el CO2 reduciéndolo de la atmósfera. 

El agua de lluvia es ligeramente ácida, y más si la atmósfera está contaminada, como la de Barcelona. La roca queda bastante protegida del sol al estar el edificio en orientación norte y en planta baja, sin embargo, la lluvia y la contaminación a lo largo de décadas han ido dañando la roca. No es una superficie muy amplia y a simple vista no parece muy interesante. Vamos a comprobarlo, pero antes vamos a ver su origen.

 

¿Cómo era la Tierra hace unos 155 millones de años?

Podemos hacer un viaje en el tiempo. Es gratis. Por ponernos en situación me gustaría decir que es el 27 de agosto (o el 15 de diciembre) de hace 155 millones de años, pero resulta que el año tenía más días que los 365,25 actuales. Unos 400, con lo cual nuestro calendario se va al traste. La Tierra gira más cada vez más lentamente entre otros motivos por la influencia de la Luna y la fricción de los océanos y la atmósfera (incluso el hombre la ha ralentizado de manera casi imperceptible al crear la presa de las Tres gargantas). Uno de los indicadores de la duración del día son precisamente los caparazones fósiles de algunos moluscos fijos cuyo crecimiento diario queda reflejado en su concha. Los fósiles cuentan muchas cosas, solo hace falta aprender su idioma.

 

Si no fuera porque en el mapa están los nombres de los continentes y se ha puesto la silueta actual nos costaría reconocer la Tierra. Lo que será la península ibérica es un archipiélago. Es la placa Ibérica, que está a punto (si podemos aplicar este concepto a medio centenar de millones de años) de colisionar con la placa europea. De momento somos isleños.

 

 

 

Estamos cerca del ecuador, eso hace que haga calor, pero es que encima la Tierra está pasando una época invernadero (Greenhouse Earth). Hace tanto calor que no hay polos. En el Jurásico las temperaturas eran mucho más uniformes que en la actualidad. La temperatura media era entre +6° y +8° centígrados (actualmente, en 2022, la temperatura media entre terrestre y oceánica es de +0’8°). Al no haber hielo el nivel del mar era más alto, por lo que muchas regiones costeras estaban cubiertas por el agua. La combinación de humedad y temperatura hace que la vegetación, como actualmente en los países tropicales, sea exuberante, incluso en los desiertos. Esto no quiere decir que toda la Tierra tenga la misma vegetación, si no eres terraplanista comprenderás que al ser una esfera la radiación solar es diferente en el ecuador que en las zonas más septentrionales, lo que hace variar el gradiente de temperatura. Eso hace que las plantas, y por ende todo el resto de la cadena alimenticia, sea diferente.

Estas baldosas provienen seguramente de una cantera situada en La Romana o en Monovar (Alicante). Tiene un color rojizo producido por los hematites y el blanco por la calcita. Tiene un grano fino, lo que quiere decir que cuando se produjo la sedimentación las partículas que la recubrieron eran muy pequeñas y eso permite ver mejor los detalles de los fósiles. Es como si ponemos la mano en la mesa con lentejas y la tapamos con más lentejas (grano grueso). Al quitar la mano lentamente podemos reconocer la silueta de la mano, pero no mucho más. En cambio, si ponemos harina (grano fino) y la recubrimos, al quitarla veremos muchos más detalles, incluso con suerte hasta las huellas de los dedos.

Las baldosas que contemplamos se formaron en el Jurásico Superior, es decir, unos 155/160 millones de años. Los fósiles que se encuentran en esta roca son bivalvos (como los berberechos), braquiópodos (unos animales que parecen bivalvos pero que no tienen nada que ver), gasterópodos (como las caracolas), crinoideos (de la familia de los erizos, pero que viven fijos en el fondo del mar), cefalópodos como los belemnites (primos lejanos de los calamares) y amonites (primos también lejanos de los nautilios). Adelantemos que en estas losetas hemos encontrado al menos tres de estos grupos y además un pequeño fragmento de coral y briozoos. Lo que más abunda son diferentes géneros de amonites, algunos belemnites y dos o tres gasterópodos. En otras baldosas, el orden y la cantidad pueden ser totalmente diferentes.

Esto que puede parecer una obviedad no lo es. En rocas ígneas, que proceden del magma, como el basalto o el granito, encontraremos básicamente los mismos elementos: óxido de aluminio (Al2O3), dióxido de silicio (SiO2),…  con proporciones diferentes. En estas rocas sedimentarias con fósiles cada baldosa recoge restos de seres vivos únicos. Cada ser vivo es el resultado exclusivo de una evolución de miles de millones de años. Cada baldosa cuenta una historia diferente.

 

La vida en la placa Ibérica

Durante el Jurásico, la diversidad de vida se multiplicó creando una mayor diversidad de fauna y flora. En los continentes se expandieron los reptiles, sobre todo los famosos dinosaurios. Los velociraptores, diplodocus y brachiosaurus. Algunos, como el Allosaurus, dominaron las tierras del Jurásico (el Tyrannosaurus rex y otros de la película Jurassic Park aparecieron mucho más tarde, en el Cretácico). Además, surgieron otros grandes dinosaurios fitófagos, como los Stegosaurus, con placas óseas en la espalda y defensas espinosas en la cola. Pero recordemos que estamos en una isla y se produce el efecto isla. En biología evolutiva se describe como una regla donde los animales pequeños se hacen grandes, como las tortugas de las islas Galápagos, y los grandes tienden a empequeñecerse, como el hipopótamo de Sumatra, que pesa unos 700 kilos, mientras que el africano pesa unos 3.000. Seguramente es lo que le sucedió a uno de nuestros primos cercanos, el Homo floresiensis, que habitó durante decenas de miles de años en la isla de Flores, Indonesia. Su tamaño era de de un metro de altura.


Por ello los dinosaurios que nos podremos encontrar en tierra firme son “relativamente” pequeños. En la placa Ibérica encontramos el Allosaurus europaeus (dos metros de alto y nueve de largo; el Aviatyrannis jurassica (30 centímetros de alto por 90 de largo; Ceratosaurus nasicornis (dos metros de alto por 5,3 de largo). Torvosaurus gurneyi (de tres metros de alto por diez de largo), Stegosaurus ungulatus (de nueve metros de largo); Dracopelta zbyszewskii (dos metros de largo), …

 En los alrededores de Mallorca, 60 no encontramos animales parecidos. En el Jurásico aparecen ranas (tenemos algunas en los estanques de Montjuïch) y excepto cocodrilos y otros reptiles que podríamos ver en el zoo solo nos quedan lagartijas y geckos por las calles.

Del grupo de los dinosaurios saurisquios apareció el suborden de los Terópodos caracterizado por sus huesos huecos y sus extremidades con tres dedos funcionales. En el Jurásico de este grupo surgieron las aves. No deja de ser curioso que ni en el Jurásico ni en el Cretácico hubiera dinosaurios voladores (los pterosaurios eran reptiles) y sin embargo ahora en el 2024 podamos ver dinosaurios voladores, como las gaviotas o las palomas en la avenida Roma. Uno está predispuesto a hacer bromas sobre el terror que nos puede producir un gorrión, pero hay que recordar que la gripe aviar es más peligrosa y ha causado más muertos humanos que una manada de Tyrannosaurus rex en un San Fermín.

 

Vegetación

Los paisajes del Jurásico como hemos dicho eran selvas y bosques. Estos se extendían por toda la superficie terrestre destacando las coníferas: pinos, cedros, abetos, podocarpus, araucarias… Se realizó un estudio en la Sierra de la Demanda (Burgos) sobre la vegetación en el Jurásico en la placa Ibérica: los grupos vegetales identificados corresponden a Coníferas, Filicales (helechos herbáceos y otros de apariencia arbórea), Benettitales... Nosotros podemos ver a algunos de sus descendientes en los alrededores de Mallorca, 60. A apenas diez metros en la avenida Roma lado montaña sobreviven, a duras penas, pinos (Pinus halepensis) (viva la cacofonía) y si subimos a dos manzanas en los Jardines Montserrat podemos ver tres ejemplares de Podocarpus neriifolius (con hojas lanceoladas) cerca del quiosco. También hay cuatro ejemplares de Pinus pinea y una agonizante cupresácea.

Por supuesto, no son las mismas especies de entonces, estas han evolucionado con su entorno. También en el Jurásico había una clase de árboles aún más antiguos: los ginkgos, existían hace 290 millones de años, y producen óvulos, que no frutos, tan grandes como pelotas de ping pong. Estos los podemos ver en la calle Roselló, el más cercano, aunque muy joven se encuentra en el cruce con Valencia. Seguramente es un pie macho, no se suelen plantar en las aceras hembras ya que sus óvulos cuando caen huelen fatal, amén de que puedas resbalar al pisarlos. También hay cycaceas, plantas solo un poco más jóvenes (200 millones de años) y que curiosamente se parecen a las palmeras, aunque no tienen nada que ver con ellas. Hay ejemplares de cycas (Cycas revoluta), que pertenecen al grupo de los Benettiatales mencionado antes, relativamente cerca, en la Escuela Industrial. En el mismo recinto encontraremos varias especies de helechos de (390 millones de antigüedad). Fueron las primeras plantas que crecieron tridimensionalmente (junto con los equisetos y licopodios) al incorporar lignina y poder crear estructuras que les permitiesen buscar la luz. Atrás se quedó el musgo. Los helechos que tenemos más cercanos apenas miden más de medio metro, pero en aquella época había bosques de helechos arborescentes (del tamaño de árboles). Cerca de aquí no he visto ningún licopodio, pero sí que hay unos magníficos ejemplares de equisetos que bordean el hotel Nobu, al lado de la estación de Sants.

 

Las fanerógamas con sus flores y frutos primitivos aparecieron hace unos 300 millones de años, en el Devónico, pero aún no habían tenido la explosión que disfrutamos hoy día. Hasta dentro de unos 10 millones de años no aparecerán las angiospermas, las plantas con flores, por lo que no veremos prados con hierba, flores y mariposas revoloteando. La coevolución de insectos y plantas aún no se ha producido.

Océano

Durante el Jurásico las formas de vida marina más evolucionadas eran los peces y los reptiles. Los ictiosaurios y los plesiosaurios (reptiles, pero no dinosaurios) compartían los mares con los primeros cocodrilos acuáticos, los cuales tenían aletas en vez de patas, y con los teleósteos, predecesores de la mayoría de los peces actuales. También había tiburones, que existen desde el Silúrico (444 millones de años) y que han sobrevivido a cuatro extinciones masivas, pero no está claro que sobrevivan al hombre. Por otro lado, había otros animales no tan espectaculares pero que en cambio sí que son más fáciles de encontrar entre nuestras rocas sedimentarias: bivalvos, gasterópodos, cefalópodos como los belemnites que se comían a los trilobites, equinoideos, corales, briozoos… 

 

 Haciendo submarinismo en lo que será un día el interior de Alicante 

 

 Situémonos, estamos en el mar. Una época estupenda para ir a la playa, temperatura agradable, no hay turistas, lástima por otro lado que tampoco hay cocos, ni cerveza helada (las monocotiledóneas como el cocotero o la cebada no aparecieron hasta el Cretácico). Estamos en el mar de Tethys, es enorme. El continente indio y Australia aún están unidos a América del sur y África. En este océano también hay bichos enormes, como el ictiosauro, que come principalmente belemnites (tenemos varios fragmentos de ejemplares en la fachada) y peces. Y también hay plesiosaurios, en Castellón (a unos 250 km) se ha encontrado uno, un bicho de tres metros y medio que se zampaba belemnites y amonites. Igual nos encontramos a un innovador de la cocina y quiere probar, aunque sea por aburrimiento, ese mamífero tan poco aerodinámico que chapotea cerca de la superficie. Y sin cáscara.

 

El lugar parece altamente atractivo. Bichos extravagantes flotando a tu alrededor. Pero esta imagen no es la que corresponde a nuestra ubicación. Estamos algo alejados del litoral; si estuviéramos en un mar más superficial encontraríamos más restos de corales, aunque tampoco es muy profundo ¿15-25 metros? Eso sí, vemos amonites, no vemos ninguno más grande de un palmo, que quieras que no, te da cierta seguridad, pero sí que hay belemnites. Estos, como casi todos los cefalópodos, son depredadores, pero sus restos en nuestra baldosa apenas son de un centímetro, eso no nos da mucha información sobre su tamaño real, como ya veremos más adelante igual podían tener más de medio metro. Y tres o cuatro juntos ya no nos da tanta tranquilidad. Sobre todo, si descubren cómo tratamos a unos primos suyos llamados calamares. 

 

 

 

 

 

 

 

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